Diez años después del estallido de la crisis la deuda ha alcanzado
límites históricos. La gran cantidad de dinero prestado se ha visto incentivado
por los bajos tipos de interés, sin embargo, después de un largo período, el
anuncio de subir los tipos ha creado nerviosismo en el mercado. Entre las amenazas que se vislumbran, la más apremiante es la guerra comercial, esto sin contemplar otros aspectos como la subida del precio del petroleo, el auge de líderes populistas y, para el caso de Europa el Brexit y los planes de gobierno de Italia.
La deuda de los estados, las familias y las empresas no financieras
ya duplica el valor de la actividad el valor de la actividad económica a escala
mundial (128 billones de euros, según el FMI). Economías del G20, las más
robustas, han alcanzado una deuda superior a los 114 billones de euros,
equivalente al 235% del Producto Interior Bruto (PIB). En escala global esta
deuda representa el 225% del PIB mundial.
Diez años después del inicio de la crisis se espera otra sacudida
más, ocasionada esta vez por la falta de liquidez. El motor de la economía no
pudo soportar el exceso de combustible, encontrándose ahora seco al destinar
gran parte de los ingresos en la devolución de los préstamos. La creciente
fortaleza del dólar y las subidas de los tipos decretadas por la Reserva
Federal de EE.UU. aprietan las tuercas a las economías emergentes, muy
dependientes de capital extranjero.
Estos países se beneficiaron
de un aluvión de dólares en la época del dinero ultrabarato, y ahora ven que
las cosas se complican. Hace tiempo que se sabe que esa política tenía fecha de
caducidad, pero las tensiones salen ahora a flote. Un síntoma esperanzador es que,
por ahora, el contagio de los problemas de Argentina y Turquía a otros países
en desarrollo ha sido muy limitado.
Fuente: (El Tiempo, 2018)
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